sábado, 24 de noviembre de 2007

El Extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde



Me da una gran tristeza confesar, que disfruto enormemente pasar la mayor parte de mi tiempo libre solo, yo se que hay una especie de desgarramiento en mi, y es que me he resignado a creer que soy por naturaleza solitario, me siento bien solo, puedo vivir largos periodos solo. Este aislamiento se ha presentado a largo de mi vida y he hallado-complementariamente a mi estado- que una de las actividades más placenteras que se pueden hacer en un estado completo de soledad es leer (no tomando en cuenta ardores pasionales), de ahí parte una frase que seguramente emplearé con frecuencia a lo largo de mi vida “lo siento, ahora no, estoy leyendo”.



Con el pasar del tiempo, ese estado se esta convirtiendo de pronto en un sentimiento de culpa, y trato con mucha dificultad de reivindicarme, de lo que hace poco exigía como un derecho y casi con orgullo el hecho de que me dejasen en paz . Todo esto se asemeja un poco a la historia del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, la trama se desarrolla en la premisa sobre la dicotomía de la conciencia, cada ser humano esta compuesto de dos aspectos - el bien y el mal - que están enzarzados en una lucha continua. En mi situación el solitario es Mr. Hyde, el malo, la encarnación de la parte maléfica y el Dr. Jekyll es la personificación del orden de las cosas, el bueno, el que trata de hacer alguna cosa. Debido a esta dicotomía es que se presenta un continuo divorcio, una continua separación, un permanente enfrentamiento, que me sucede con frecuencia y es algo que yo lamento profundamente, que a veces en grandes reuniones, en contactos humanos muy bellos en que me siento muy bien, haciendo cosas en común hay un minuto en que Mr. Hyde me dice en el oído-porque no estas escuchando música y leyendo tranquilo en casa- de alguna u otra manera Mr. Hyde me induce a creer que no soy lo que soy por lo que escribo, sino por lo que he leído.



Orhan Pamuk lo expresó mejor en su discurso de aceptación del Nóbel 2006.

"Un escritor es alguien que pasa años tratando de descubrir con paciencia al segundo ser dentro de él, y el mundo que lo hace ser quien es. Cuando hablo de escribir, la imagen que me viene primero a la mente no es una novela, un poema o una tradición literaria: es la persona que se encierra en un cuarto, se sienta frente a una mesa y, solo, se vuelve hacia dentro de sí mismo".

"El secreto del escritor no es la inspiración, pues no es muy claro de dónde ésta puede venir, sino la terquedad, la resistencia. La maravillosa expresión turca “cavar un pozo con una aguja” parece haber sido inventada teniendo a los escritores en mente".

jueves, 22 de noviembre de 2007

Una mujer para amar


Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que nos vimos, ese día en el que me dijiste con una voz calida y llena de ternura: ¡No se que hacer contigo niño!, sabes que te quiero pero a veces te veo tan distante, como si realmente no te conociera, a pesar de lo mucho que hemos pasado juntos. Bueno no quiero que te sientas presionado a que tomes una decisión. Ese día los dos asentimos en nuestra separación.

Hoy intente llamarte a tu móvil, pero al parecer no deseas recibir mi llamada, entiendo tus razones y se que no me contestaras. Por eso me he sentado a escribirte, tu sabes que siempre me gusto hacerlo y es una manera de decirte que aunque no contestes mis llamadas y no me hables más, siempre te voy a querer.

Recuerdo el tiempo que pasamos juntos, cuando pasaba por el departamento de tu madre. Toque el timbre, apareciste tú por la ventana del quinto piso y, con el pelo mojado y una sonrisa maravillosamente dulce, me dijiste: ¡niño!, espérame ahorita bajo. No demoraste mucho en bajar. Te veías linda, como siempre: tú pelo lacio, tu dulce sonrisa, tus ojos que me vieron caído, ese cuerpo armonioso aparentemente frágil de piel blanca, que alguna vez acaricié, pero que nunca fue mió de verdad. Nos dimos un gran abrazo, un abrazo que siempre recordare, y es que nadie, Rebeca, nadie me abrazó tan profundamente como tú en aquel tiempo en que fui tan malo contigo (y conmigo).

Hablábamos de cosas generalmente sin importancia, los libros que leía, las películas que a veces veíamos juntos, pero la mayor parte del tiempo lo pasaba acostado en tu regazo con las únicas intenciones de dormir, tu permitías mi comportamiento egoísta, y solo atinabas acariciarme la cabeza con delicadeza, casi siempre terminaba dormido, como el atardecer que caía desde el quinto piso de tu hogar.

Te conocí en otra ciudad a pesar de que asistimos a la misma universidad, eres una chica sumamente capaz, harás una brillante carrera académica, se que llegarás muy lejos. Yo, te dije cuando paseábamos juntos, sólo para robarte una sonrisa, que a duras penas terminé el colegio y voy de mal en peor en la universidad, aunque es bastante cierto. Esas largas conversaciones y apacibles tardes hicieron que me enamorara, a mi torpe manera pero me enamoré, y no era el mío un amor encendido por el deseo físico sino por la comprensión y la ternura, y no me atrevo de decir que tú te enamoraste de mí, pero si algo parecido al amor sentiste por mí, estoy seguro de que no estuvo inspirado por mi cuerpo esmirriado y mis presurosos besos de principiante.


Me duele confesarte ahora la verdad, Rebeca: nunca me he permitido la felicidad de amar, no tengo amigos sigo viviendo solo y en silencio. Puedes pensar que estoy mintiendo, lose por la forma que me hablaste con anterioridad, luego de haberte enterado que frecuentemente me veia con una estudiante de mi facultad. Pero debes de saber que siempre fui sincero, creo que fui demasiado sincero. Sospecho, ahora, en un ejercicio perfectamente inútil, tan inútil como estas líneas, de dar explicación a lo ocurrido, quizá hubiéramos mantenido nuestros encuentros con menos ardor y más espíritu juguetón, de ser amigos, talvez asi nuestra relación hubiera resistido los embates del tiempo y sobre todo de mis problemas, y yo, hubiese tratado de ser un buen amigo. Pero fueron esos primeros besos- los míos apresurados y los tuyos despaciosos-y esas caricias furtivas, que me cautivaron pero de alguna u otra manera fueron minando nuestra amistad.

Quizás nada de esto te interesa ya, quizás yo sea sólo un recuerdo amargo para ti, pero voy a seguir escribiendo, debes saber que siempre escribo un poquito de ti, sobre ti, pensando en ti. Soy feliz asi y no es porque tenga una vaga esperanza en salvar nuestra amistad, sino porque simplemente siento la necesidad innata de escribir y sobre todo de decirte todas estas cosas y otras más, pedirte disculpas por las imprudencias que cometí y seguramente te disgustaron y hasta te hicieron sufrir, darte una explicación si la encuentro y me suena convincente, y sobre todo decirte que, pase lo que pase, será difícil dejar de recordarte con cariño.